Pero hemos pasado del miedo a la preocupación crónica, las más veces, a la preocupación injustificada; como si estar preocupados nos alejara mágicamente de los malos presagios. Bien, los expertos en inteligencia emocional, como Goleman, creen que eso nos resta posibilidades ante el peligro. Estar agobiados sin descanso reduce nuestra capacidad cerebral y por lo tanto consume energías para estar alerta, para administrar el miedo como debe ser, con ilusión. Sólo así podemos alargar la Esperanza de vida. Y escribo esta palabra con mayúscula porque creo que viene al caso.
La Presidenta de la Comunidad de Madrid se ha sometido a una operación de cáncer de mama, detectado en una revisión ginecológica rutinaria. Es una de las muchas mujeres que saben gestionar el miedo y lo utilizan para su beneficio. Su cáncer ha sido detectado gracias a ese estado de alerta y no de preocupación inconsciente que padecen muchas mujeres que aún le tienen miedo (¿otra vez esa palabra?) a las revisiones mamarias.
Esperanza ha sido valiente, proactiva y ha demostrado una entereza como la que se espera de un personaje público. No fue fácil para ella decir: tengo que desaparecer de la circulación unos días porque me operan de cáncer. Pero no tuvo miedo a hacerlo, ni a operarse. Creo que hoy se merece todo nuestro cariño. Porque las personas conocidas son como los demás solo que no lo parecen. Y si algo se les puede exigir es estar a la altura de las circunstancias. Esperanza Aguirre así lo ha hecho y nadie de los que comparten o no su ideología o su adscripción política podrá negar la valentía que ha tenido para coger al miedo por los cuernos y usarlo como es debido. Todo irá bien. Hay Esperanza.