La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.(George Orwell)


BLOG DE PERIODISMO URGENTE



martes, 20 de diciembre de 2011

MONSTRUOS DE NAVIDAD

En estos días miles de padres salimos a los centros comerciales para ver cómo son esos juguetes monstruosos que los niños piden a Papa Nöel y los Reyes Magos. A mis hijos les explico que no todo lo que desean tener es posible. Ellos asienten entre la resignación y la esperanza.

Cuando entro en las jugueterías me encuentro con que lo que escribo es pura realidad: A pesar de la crisis, el consumo es tal que los juguetes estrella de estas navidades ya no están disponibles y cuanto menos educativos, más difíciles de encontrar. Tomo como ejemplo la muñeca Monster High y todo su universo, una especie de Lolita erótico-vampiresa, con colmillos draculinos y curvas sinuosas cuyo aspecto sensual premeditado por el fabricante incita inconscientemente a las niñas a introducirse en el mundo adulto de la atracción prematura entre preadolescentes. Sus armas: la envidia, el gusto por una imagen exagerada, minifalda, taconazos, bocas y ojos repintados para ellas, y para ellos cazadoras sin mangas, cresta, gafas de sol y aspecto de matón de High School.
“Estamos divinas de la muerte”, reza su etiqueta o su página web. Es el juguete del año, una derivada de la moda Vamp que tanto embriaga a los niños y niñas que están a punto de dejar de serlo. Bueno, sé que es la llamada de la selva para ellos, como lo fue en su día para mí, aunque en mi selva había más árboles, más lianas, un balón en un descampado y una buena pandilla real, no virtual.

Voy de un centro comercial a otro. En todos pasa lo mismo, esas muñecas se han agotado. Hay lista de espera, subastas en Internet y gente madrugando para entrar en la juguetería que dice tener alguna de ellas. Me debato entre satisfacer a mi hija o explicarle lo divertidos que son los juegos de mesa con los que pasamos ratos de invierno inolvidables.

Me la llevo a ella y a su hermano a las tiendas de juegos educativos, donde hay juguetes para plantar huertos con semillas, desenterrar dinosaurios, construir casas de muñecas y mecanos espectaculares. Les gustan, se implican, se divierten, se olvidan de todo por unas horas montando un T-Rex, regando mini plantas o haciendo un avión con patas pero se miran de reojo entre ellos cuando hojean las catálogos de los monstruos y suspiran.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

DE PUENTE

Los madrileños más castizos y los que no lo son, utilizan la preposición ”de” como locución adverbial de modo, para definir un estado de ánimo temporal, que tiende a durar poco. "Aquí... de lunes" o "ando de bajón", son expresiones y, en el fondo, lugares comunes que utilizamos a menudo para que los demás comprendan nuestra manera de afrontar algo.

Con la crisis, sin duda ambos ejemplos se hacen más palpables y poco discutibles, aunque los usemos más por inercia que por ajustarnos a la realidad. Es probable que muchos se sientan así: de lunes, sin pensar que eso significa estar en el trabajo un lunes, algo que en si ya es un lujo. De hecho, tengo a mi alrededor gente que lo está pasando mal, con la que afortunadamente no me puedo comparar, porque siempre hay personas que están peor que uno. Y como no voy a quejarme de lo que no debo, no lo hago.

Muchos de esos conocidos, sin acordarse del rosario de penas que contaron hace diez días, me cuentan sus planes para irse en estos puentes y fiestas navideñas a pasar unas cortas vacaciones; con casa rural, avión, forfait de esquí, etc, incluidos, que me dan qué pensar...

Me alegro por ellos pero: O no hay tanto paro, o es posible que haya demasiada economía sumergida, o nos quejamos demasiado o nos gusta dar pena o no nos va tan mal o seguimos disfrutando del momento y salga el sol por Antequera o como decía aquel: “...no es que en España se libre mucho, es que siempre libramos los mismos.”

Que no hay tanto paro, lo dudo; que hay demasiada economía sumergida, lo supongo; que nos quejamos demasiado, también; que nos gusta dar pena... creo que lo justo, porque para chulos, nosotros; que no nos va tan mal, ya saben que lo comparto y que nos gusta disfrutar el momento hasta puede que sea bueno.

Debe ser por eso que el otro día llamé para interesarme por una cabaña en la sierra y me dijeron que estaba todo reservado. Me alegré por el consumo (nunca imaginé que algún día escribiría esta frase) y me alegré por vivir en un país que, a pesar de todo, sueña con irse de puente aunque esté a un pelo de vivir debajo de él.







jueves, 1 de diciembre de 2011

INVIERNO POCO HECHO

Aún está por llegar pero ya se acerca. Será una época larga, unos días oscura pero otros, amanecerá luminosa, radiante y fría; ese frío seco que nada tiene que envidiar al húmedo de la costa, menos apetecible en esta época del año.

Hablo del invierno que nos espera. Repleto de atascos  para ir, para volver, pero también lleno de esperanza, de ganas de seguir adelante, de nuevos proyectos con los que no contábamos, de impensables soluciones que aparecen para paliar lo que hasta ahora nos preocupa.

¿Qué sabemos de lo que nos traerá este invierno?, sólo suposiciones, nada más. Quizá un nuevo mega centro comercial a la vuelta de la esquina. Sí, cerca de mi casa hay uno a punto de estrenarse (¡con la que está cayendo!), tal vez una matrícula en la UNED para mejorar nuestra cualificación, una oferta de segunda mano con pocos kilómetros para comprar un coche que nunca hizo falta que fuera nuevo o incluso una oferta de trabajo... ¿por qué no? ¿Alguien puede asegurar que este será un crudo invierno?

No voy a quedarme sentado a ver si se confirma lo que auguran los pesimistas. Porque en nuestro país hay mucho por hacer, por crear, por disfrutar. Y eso que no hemos hablado de la nieve, que parece que caerá. Y ya se sabe, año de nieves...

Creo que nos sobran los motivos para abrigarnos bien porque será un invierno frío, pero como todos los inviernos y habrá que saborearlo en cada momento. Tal vez con un buen libro en casa mientras caen los primeros copos, con una buena tertulia de amigos, como las de antes, con un juego de mesa en familia. Quizá con una buena excursión por ese camino que conocemos desde que éramos niños y no necesitábamos tantas cosas, ese sendero al que no hemos vuelto y que seguro que nos parecerá más pequeño y menos misterioso de lo que  nos parecía entonces y después... un caldo  con una chispa de Jerez para calentar el alma.

Así puede ser el invierno, un momento para el progreso personal, a pesar de los malos momentos, una época fértil para sembrar lo que pueda crecer en primavera, un periodo de prueba para darnos a conocer y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, una oportunidad para demostrar que podemos seguir siendo mejores, que sabemos renovarnos, que podemos pasarlo sin miedo.

Porque, al final, el invierno pasará tan rápido como pasa el otoño y casi nos dará rabia no haberlo aprovechado. A pesar de los pesares, éste no tiene por qué ser un crudo invierno. Dejémoslo en poco hecho. En realidad, está por hacer.










viernes, 11 de noviembre de 2011

EL HOMBRE MANSO

España es el país europeo donde más horas se trabaja al año, más de 1770 horas. 
Los alemanes necesitan 343 horas menos para hacer lo mismo. Y la OCDE nos recuerda como siempre: también somos los menos productivos.
Nos sobran horas en la oficina, aunque debemos poner en nuestro haber las virtudes de los españoles en el trabajo. Muchas de ellas son inmejorables, nuestra capacidad creativa, nuestro impulso inicial ante un nuevo proyecto, la generosidad, el compañerismo, la solidaridad, el ambiente en el trabajo. Pero también debe reconocerse nuestra afición a la calle, al encuentro, a salir a tomar algo después de trabajar e incluso antes de terminar. Ahí falla algo.

Organismos como el Centro de Estudios Sociológicos denuncian que la costumbre española es estar "de trabajo" todo el día en jornadas improductivas de 9.00 a 20.00, en vez de 9.00 a 17.00 como en el resto de países europeos. Las principales consultoras especializadas en recursos humanos, como Creade, reconocen que la baja productividad está haciendo a las empresas replantearse la organización laboral. Y ahí se topan con que el primero que no quiere cambiar esa dinámica de seguir por la tarde es el propio jefe, acostumbrado a "echar horas" en el lugar que menos le molesta: prefiere estar en su silla antes que en... ¿lo adivinan?

Seguimos alargando nuestra jornada laboral demasiado por el hecho de “hacer horas” o quizá de “hacer que trabajamos”, aunque el trabajador masculino padre de familia o pareja de mujer trabajadora, es el primer causante de esta forma de actuar, como si en el fondo escondiera una causa inconfesable para seguir en el trabajo.

En Alemania están mal vistos los que, pasada la hora, se quedan en la oficina. Se les mira de aquella manera pensando que no han sabido gestionar su tiempo y necesitan más horas para hacer lo que ya han hecho todos. En España eso es al revés, sinónimo de interés por el trabajo. En Berlín, eres un incompetente que haces gasto en la empresa.

Los estudios sociológicos aseguran, por otra parte, que las mujeres trabajadoras españolas son las que mejor organizan su tiempo, las que más producen, las que siempre tienen sus deberes al día. Entonces, ¿por qué siguen cobrando menos, por qué tienen que demostrar más que los hombres, por qué acaban antes y se desesperan esperando a que sus jefes terminen y se vayan?

El secreto inconfesable que admiten miles de españoles a sus colegas de barra está cada día más al descubierto. Seguimos siendo un país machista, cuyos machos se morirían en casa a las cinco de la tarde. Desde el presidente de la compañía hasta el último de su empresa, odiarían estar repasando deberes con los niños, haciendo la compra o simplemente estando en casa. El trabajo en la oficina fue y sigue siendo la gran excusa para no volver hasta que la cena esté hecha y los niños a punto de acostarse. Prefieren alargar la jornada, alargan la agenda y eso perjudica la efectividad de la gestión diaria de su empresa. Es una excusa inconsciente, casi antropológica, instalada en el instinto animal de que un hombre en casa demasiado temprano es digámoslo así, un "hombre manso". 

De hecho, uno de los principales tormentos de los que de pronto se encuentran con una jornada continua o tienen la mala fortuna de ir al paro es estar en casa a la caída de la tarde, cuando llegan los niños, mientras recuerdan los tiempos de la cañita que se estarían tomando a esa hora en el bar de la empresa.

Es difícil de entender que necesitemos hasta dos horas para comer, cuando en Europa se come frugalmente en cuarenta y cinco minutos, ¡con lo que cuestan la luz, la calefacción y el aire acondicionado hasta las ocho de la tarde! Sólo se entiende si atendemos a un criterio sociológico que demuestra que nos hace falta ser más prácticos, más europeos.

¿Dónde están los sindicatos (cuyos líderes son siempre hombres) pidiendo menos tiempo para comer y salir antes del trabajo?, y ¿dónde están los empresarios pidiendo a sus directivos que se olviden de la comida de empresa, considerada por los expertos la gran enemiga de la productividad y la conciliación?,  ¿nos imaginamos todos en casa a las cinco, como los alemanes, comprometidos en la tarea de los niños... sin café de máquina a media tarde, sin cerveza al salir de trabajar, sin charleta con los colegas?

En España, algunas empresas como la Fundación ONCE cortan la electricidad desde 2008 por las tardes, para que nadie pueda quedarse más tiempo. El teletrabajo parece en Europa otra de las grandes opciones que más se están aplicando: muchas compañías permiten a sus empleados estar un día en su casa y trabajar desde allí para ahorrar costes o salir antes y terminar sus cometidos en una hora suelta desde el domicilio.


En España no superamos el 5% de teletrabajadores. Cuesta irse del trabajo. Y en nuestro país las únicas que acuden sin perder un minuto a casa son las mujeres, casadas o no. ¿Porque son más europeas? No, según estos estudios, porque administran mejor su tiempo.


¿Se imaginan una España gobernada por madres directivas en la proporción de hombres que hay ahora?, ¿todavía creen que estaría la luz de la oficina encendida a las ocho de la tarde? Ya sé que no tiene por qué ser una cuestión de sexo. Bueno, atendiendo a estos indicadores, un poco sí.






martes, 25 de octubre de 2011

LA EMOCIÓN VASCA

El nacionalismo no es una idea política, es un sentimiento. Una pasión que engloba a las cuatro emociones universales: la tristeza, la rabia, el miedo y la alegría, según el manual de psicología moderna.


Esas cuatro emociones forman un círculo de hierro forjado como el que adorna la barandilla más famosa del mundo, capaz de resistir el embate de la intempérie más dura . Un círculo vicioso que ha sido el patrón del nacionalismo, entendido como concepto, sin siglas, aquí y fuera de aquí. No hablamos de política sino de emociones.




el nacionalismo nace sin nación previa, de la mente de alguien resentido con la vida, pero es legítimo.


Decía Jon Juaristi, antiguo miembro de la ETA más histórica e idealista, ex director de la Biblioteca Nacional, escritor y autor del ensayo El Bucle Melancólico (Premio Nacional de Ensayo 1998), que la nación no preexiste al nacionalismo. En el caso del País Vasco, eso es tan cierto como histórico, que nunca existió un estado, país o nación vasca más de lo que existe ahora. Euskadi, Euskal Herria (con las tres provincias francesas Lapurdi, Benavarra y Suberoa), La Gran Vasconia (no quieran saber hasta dónde puede llegar) o Vascongadas (como lo llamaba Franco y curiosamente ahora Bildu) son un concepto moderno forjado legítimamente en los últimos 100 años, pero carente de historia real. En todo caso hay que respetarlo porque el nacionalismo nace así, sin nación previa, casi siempre de la mente de un resentido con la vida, con alguien cercano, sus padres, su familia, su entorno.


el nacionalismo es una emoción y las emociones se sienten, no se someten a votación.


Tenemos ejemplos sobrados en la historia. Nace de una pena individual (o sea, de un hombre quizá maltratado) que se lamenta de no haber sido feliz y por eso crea la nostalgia de lo no vivido, y su vida se convierte en un aullido contínuo a la luna que nunca le deja mirar hacia adelante. Nace de una melancolía que tanto daño le hace a él, individuo promotor de esa nostalgia, como al colectivo al que subyuga.


De pronto, muchos quieren ser así, nacionalistas. Y con el paso de los años ese sentimiento de tan fácil arraigo acaba extendido como una verdad casi incuestionable. Sin embargo, es legítima. Todos podemos decidir ser algo nuevo de repente. Los demás deben asumirlo, respetarlo. Sobre todo si cada uno defiende su idea en la plaza pública, abierta y democrática que es nuestra sociedad. Otra cosa es que la mayoría de los que acude a votar a dicha plaza acepte los deseos de los que tienen ese sentimiento. Eso es la democracia , pura razón: defiendo mis ideas y si no logro los apoyos, acato la mayoría y ya volveré a intentarlo al día siguiente (o cada cuatro años).


Pero el nacionalismo radical no es una razón, no va por ahí. Acepta la democracia si lo suyo no hay que votarlo. O si vota y gana, claro. Y tampoco se le puede reprochar esto. Porque el nacionalismo es una emoción y las emociones se sienten, no se someten a votación. Surgen de lo más primitivo de cualquiera de nosotros y en el caso vasco, de la necesidad de pertenencia a una tierra madre, a una tribu, A El linaje de Aitor, a la defensa del territorio legendario (legendario viene de leyenda), a los dominios pseudo tolkinianos de Amaia y los vascos en el Siglo VIII, de pertenencia a una raza de vascones como la que tan bien fantaseaba Navarro Villoslada o de vizcaínos, en el caso de Sabino Arana en su artículo ¿Qué somos?, escrito en 1895.


del nacionalismo primero nació la nostalgia por lo que podría haber sido y no fue, provocando una pena crónica.


Todo eso acurruca y reconforta al colectivo y a su líder; toda esa mitología lo defiende de los hostiles amenazantes, como un imago protector, allende los montes. Emocionante, sin duda, incluso para alguien de fuera. Y desde Arana Goiri hasta nuestros días ese sentimiento ha ido pasando por las cuatro emociones fundamentales:


La tristeza: porque del nacionalismo primero nació la nostalgia por lo que podría haber sido y no fue, provocando una pena crónica. Esto es quizá el patrón más extendido contra en el que trabaja a diario la psicología universal para curar a sus pacientes. Y todos los terapeutas coinciden en que estar triste por lo que nunca fuimos no nos deja mirar al futuro, nos atasca, nos retrae, nos impide socializarnos y hace que veamos en el otro a un enemigo con el que nada debemos compartir. En la tristeza entramos en una queja perenne, en ese bucle melancólico al que nos habituamos y del que nunca nos atrevemos a salir, sobre todo porque ya estamos acostumbrados a él.


El nacionalismo de Euskadi sobrevive gracias a esa tristeza continua que un día nació de la visión de Arana Goiri nada más morir su ama (madre) por cierto, al empezar a escribir sobre la patria nunca existida pero reivindicada. Así, tomó la legendaria, que no histórica, batalla medieval de Padura como la génesis del Señorío de Vizcaya y sus fueros. No pudo irse más lejos el de Abando para asegurar que ya entonces existía un sentimiento vasco (entonces sólo vizcaíno) hasta hoy reprimido, parece ser, por el invasor leonés o castellano. Seis siglos después quiso recrear una realidad que aunque basada en una leyenda tenía todo el derecho a inventarse y a alimentar. Entonces el nacionalismo se dejó llevar por la segunda de las emociones básicas del hombre:


La rabia: seamos sinceros, ni la república ni especialmente el franquismo ayudaron mucho a contenerla. Fue más bien una larga mecha de casi cuarenta años que necesitaban los melancólicos para hacer estallar por las bravas su proyecto. Esa rabia contenida se extendió a mordiscos y los contagiados echaban espuma por la boca hacia una España tan obsesionada por la unidad como Franco, otro melancólico de tan dura infancia como Arana. Otro alma ofendida que se lamentaba de que la nación en la que vivía no estaba tan unida como la que llevaba dentro. Pero esa unidad española era un subterfugio, una manera de querer ser dueño de toda España, cuanto más unida, más suya. Lo mismo le pasó al dictador alemán, al italiano, al ruso, al cubano, al argentino, al iraquí, al tunecino, al libio. A todos les pudo la emoción. Y eso siempre tiene un coste que debemos de aceptar.


todavía pagamos su rechazo, su odio, sus ganas de irse. Aquella España franquista todavía no deja respirar a esta.


La España del Movimiento despreció a Euskadi, a su lengua, a su historia y somos nosotros, sus nietos, los que les miramos perplejos diciendo: ¿cuándo se os acabará la rabia, cuándo empezaréis a querernos?. Nuestros abuelos os hicieron daño, no nosotros. Por eso pagamos todavía su rechazo sempiterno, su odio, sus ganas de irse. Reconozcámoslo, aquella España franquista todavía no deja respirar a esta. Y en plena decadencia de la dictadura, cuando a los muros del régimen empezaron a salirle ratas por las grietas, apareció la tercera de las emociones universales:


El miedo: Así surge ETA, de entre los muros de las iglesias, en los txocos de los caseríos, al final de las aulas, sobre la húmeda lonja del puerto, en los senderos del monte, con la intención de formar un ejército de revolución que luchara con las armas por un sentimiento, por la emoción vasca. De nuevo, otro error.



La idea de guerrilla justificada inicialmente, como podían serlo las de otros países con regímenes opresores devino en puro terrorismo. La expresión de esa rabia fue tan grande como para pasar la línea roja, la que distingue a los que matan de los que no lo hacen. Supongo que ahí empezaron a descolgarse los Juaristi, Onaindía y compañía. La España de entonces era terreno abonado para los atentados, considerados a veces casi como una respuesta comprensible al régimen. ETA llegó a arrogarse incluso el mérito de haberlo finiquitado con el asesinato de Carrero. En Euskadi, los terroristas comienzan a matar y los que no lo son, a mirar para otro lado.


Tras más de ochocientos muertos y más de cuarenta años, casi otra dictadura, de guerra sin cuartel (a veces sucia), ETA acaba acorralada. Pero su lucha no ha sido en vano y su posible adiós a las armas puede que tampoco. La banda terrorista se sabe derrotada, asfixiada incluso por los suyos, que parecen decirle: sé lista. La muerte ya no vende como antes entre los nuestros y ahora lo que toca es usar la palabra, jugar a su juego, a la democracia de la plaza pública. Vamos a demostrarles que ya no necesitamos pegar tiros para ganar voluntades y en el peor de los casos les diremos:¿veis cómo sin muertos tampoco nos dejáis ser independientes? , y si no nos dejan siempre podremos empezar de nuevo, volveremos a la tristeza, de ahí a la rabia, de la rabia al miedo y del miedo a... ( de nuevo el bucle melancólico). Pero estamos contigo. Lucharemos por la independencia". Eso parecen decirle a ETA.


Que cada uno defienda lo que quiera hasta conseguirlo... o no. Y si es no, saber aceptarlo razonablemente.


Y un buen día llega el momento. ETA anuncia que se acaba la violencia y ella y los que la rodean y los que están aún más lejos de los que la rodean e incluso otros que están aún más lejos... todos se imbuyen de la cuarta gran emoción:


La alegría: esta sí nos llega a todos. A unos porque respiran aliviados y a otros porque de antagonistas pasan a ser protagonistas, o sea que siguen teniendo un papel estelar en esta película. La alegría es alegría en todo caso. Disfrútela cada cual como quiera. Antes se mataba y ahora ya no. ¿No merecen un premio los vascos por haberlo arreglado? Sinceramente, puede que sí. Pero el premio debe ser vivir en paz, acostumbrar a esa gente oscura a levantarse por las mañanas e ir a trabajar, no otro. Más tarde, acudir a la plaza del pueblo y proponer sus ideas por imposibles que sean, incluso sus ansias de independencia una y otra vez. Que cada uno defienda lo que quiera hasta conseguirlo... o no. Y si es no, saber aceptarlo razonablemente. Dejar la emoción que tanto daño les ha hecho y mirar hacia su futuro individual, a la prosperidad de su familia, no tanto a la de una nación vasca, gota de agua en Europa, que quizá sólo es un pretexto demasiado universal para no ocuparse de uno mismo.


Hay alegría, si, pero no para todos. No para las víctimas que merecen al menos saber que los que mataron pagaran su pena. Hay alegría, si , pero a mí se me acaba donde empieza otra vez la tristeza. No la mía, la de Ermua, Vic, Zaragoza, Vallecas y ...¡ciudado!, ¿lo ven?, casi no me doy ni cuenta y caigo yo también en el bucle melancólico. Estén alerta, puede atraparnos en cualquier momento. Por mi parte, sólo ha sido un instante de emoción.

martes, 18 de octubre de 2011

EL RIO NACE LIMPIO

Aproveché el pasado festivo entre semana para recorrer con mis hijos una ruta fluvial cuyos parajes no tienen nada que envidiar a los de cuaquier parque nacional de la Península Ibérica. Hay bosques de pino albar, carrasco,encinas, helechos, jarales olorosos aún en estas fechas, enebros, alamedas frondosas, canchales para tomar el sol o leer un libro. Y todo ello entre roquedos majestuosos, berruecos monumentales y una garganta, la del Manzanares, a pocos kilómetros de su nacimiento, junto a las cumbres de Peñalara, en plena Sierra de Guadarrama, al norte de la provincia de Madrid.





Es el curso alto de un río de agua cristalina que nace puro, limpio y ágil, como la mente de un niño, bajando juguetón entre lajas de granito pulido hacia Manzanares el Real. Pero cuando crece, como el ser humano, se contamina, envicia su fondo de fango y lodo, como se llena el cerebro de cualquiera de nosotros hasta acabar siendo un río maduro, adulto, incapaz de sorprender a casi nadie. Uno más, como todos cuando crecemos.



Pero al nacer, el Manzanares es una promesa en ciernes, igual que el ser humano. Capaz de lo mejor siempre que tenga el apoyo necesario. Esa parte del río es un lugar único, para quedarse a vivir. Así lo han hecho desde los años 50 muchos madrileños a los que el desarrollismo de los años 60 dejó hacer auténticas barbaridades de edificaciones contra la naturaleza que soportaremos aún muchas décadas y quizá, todo lo que nos queda de siglo, como poco. Las urbanizaciones entraron en el monte bordeando el río hasta ahogarlo. Pero aún queda un paso estrecho, una senda entre arbustos, chopos y otros árboles que permite dar uno de los paseos de montaña más accesibles y genuinos del Sistema Central.



La ruta se adentra en una garganta, hacia el refugio de Giner de los Ríos, el Canto del Tolmo, Collado de la Dehesilla, Senda Maeso y, de nuevo en la cara sur del monte, el gran Yelmo de la Pedriza, el macizo granítico más importante de Europa. En este tramo de la Cuenca Alta, el Manzanares es un río joven, atrevido, rebelde, ya digo, prometedor. Pasear por allí una tarde de otoño es volver a la vida, un sueño del que uno no quiere despertar mientras observa las truchas nadar corriente arriba, en una de las aguas más claras que hay en Guadarrama. Conejos, rebecos, cabra montés (traída de la Sierra de Gredos, eso sí), y en lo alto, el buitre leonado, cada día más hambriento desde que se le acabaron los muladares.



Pero en ese día festivo, despertar del sueño no fue muy complicado. Mis hijos, sus amigos, sus padres y yo acabamos hartos de ver en las orillas papeles, plásticos, botellas y demás contaminantes, huellas evidentes del campismo desaforado, botellones de anochecer e incluso profilácticos de todos los colores de parejas efervescentes que sólo saben cuidarse ellos mismos. ¡Madrileños, senderistas, vecinos de la zona!... no podemos arruinar el bosque, sus ríos, sus meandros, sus rutas señalizadas y cuidadas por los que sí respetan la naturaleza.



Sirvan estas líneas para animar al ayuntamiento competente en la materia a hacer batidas de limpieza y hacerlas ya. Como un padre haría con su hijo pequeño, a pesar de que se manche, de que su mente poco a poco se contamine. Siempre se puede ir limpiando para dejar los mejores valores en el fondo, donde en vez de cieno quede arena pura, sin casi deshechos.



La educación ambiental deja mucho que desear en Madrid y sus alrededores. Supongo que eso es extensivo a otros lugares naturales en España, en el mundo. Nadie sale al campo con bolsas de basura, sólo con bolsas llenas de lo que luego será basura y quedará tirado en el monte. Si no limpiamos el río, como nuestra mente, El Manzanares de La Pedriza acabará tan negro como el que todos conocemos, aguas abajo. Cuidarlo desde su nacimiento es cuidar es río que llevamos dentro, el de nuestros hijos, para que fluya limpio desde el principio.

jueves, 6 de octubre de 2011

LAS BICICLETAS SON PARA LA CRISIS

Llegará el frío, sin duda, pero estamos teniendo un otoño como para salir a trabajar en bicicleta cada mañana, aunque no lo hagamos. Y si no lo hacemos es porque no estamos dispuestos a cambiar. Y como muchas otras cosas buenas que nos traen los malos tiempos, cada vez vemos a más vecinos utilizar los pedales para sus desplazamientos.

En España hay varias localidades que ya pertenecen a la Red de Ciudades por la Bicicleta. Qué buena idea, aunque sigamos siendo de los últimos pero algo es algo. Porque es tiempo de cambio, de renovarse, de echar cuentas al bolsillo y al cuerpo y de darse cuenta de que podemos usar la bici para mucho más de lo que la usamos.


Y eso que cada vez somos más: según el último Barómetro Anual de la Bicicleta en España presentado en septiembre por la DGT, el número de personas que utilizan casi a diario la bicicleta por deporte o para moverse ha pasado de 2 millones en 2008 a 3 millones en 2011. Un 50% más en 3 años.


España es un buen lugar para los que se decidan. Porque su clima es perfecto para la bicicleta. Podemos hacerlo. El cambio está en utilizarla a diario, como en muchas ciudades y pueblos de la vieja y fría Europa, cuyos vecinos van en sillín soportando temperaturas y lluvias que aquí apenas tenemos.



Somos el mejor país para dar pedales y casi el peor para utilizarlos. Todo está en la mente, en la actitud ante el cambio. Y no podemos decir que nuestros ayuntamientos no nos ayudan. El carril bici está por todas partes, pero sigue siendo un gran desconocido y malentendido. ¿Tiene que aumentar la crisis hasta el punto de llegar a necesitarlo porque todo el mundo se quedará si dinero para gasolina?




Espero que no, que no necesitemos ir en bici para descubrirla. Para los más incrédulos, para los que prefieren seguir echando humo, quizá una ecuación a base de lo que nos ahorramos en gasolina y ganamos en salud pueda convencerles. Podemos animar a los que se resisten a pedalear asegurando que ese ejercicio diario mejorará su físico pero también su cerebro, su forma de ver la vida, tenga los años que tenga.




Porque estamos hechos para estar en movimiento y nuestro metabolismo lleva miles de años preparado para la actividad, no para el sedentarismo absoluto. La crisis es una buena excusa para ahorrar dinero, ganar salud y autoestima. Nuestros pueblos son todo un aliciente para conocerlos a diario con un paseo en bici hasta la tienda que abrimos cada mañana o la oficina que nos espera.




Y si vamos a la gran ciudad, ya lo saben: RENFE-Cercanías deja por fin subir la bici, incluso en horas-punta. No sé si habrán montado en bicicleta este verano, pero da gusto utilizarla este otoño cálido para atravesar la crisis de lado a lado.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

NO ESTAMOS TODOS

Comienza el nuevo curso. Los pueblos, comarcas y ciudades vuelven a llenar sus calles y sus carreteras de coches y autobuses escolares. Llego al colegio de los niños y vuelvo a ver caras familiares en el equipo de fútbol pero... faltan algunas que deberían andar por aquí. Más tarde mis hijos confirman las sospechas. Hay más ausencias que otros años. Será casualidad, o no. Hablo con otros padres, con profesores. Si, este año falta más gente de la cuenta y creo saber el motivo.


Durante este verano yo mismo he tenido que decir adiós a algunos amigos y conocidos, vecinos o amistades que tienen algo en común: tienen que salir de Madrid, de España. Unos viajan a la Europa más alemana, otros se van a hacer las arabias, los hay que viajan a Sudamérica, Estados Unidos o Canadá. Países a donde no hubieran pensado ir hace pocos años o incluso meses. Lugares reservados para viajar de vacaciones, nunca para empezar de nuevo.


Así es el momento en que vivimos. Una época que comenzó hace casi cuatro años y que poco a poco ha ido cambiando el semblante de nuestro país, de nuestra comunidad autónoma y de nuestros pueblos, incluso en áreas residenciales como las que he citado. De la precariedad de empleo basura pasamos a la dificultad de mantener nuestro trabajo. De esa amenaza pasamos a conocer a alguien cuyo pariente cercano lo había perdido. Más tarde era un vecino conocido, otro día un amigo íntimo o un hermano y por fin nos toca a nosotros.


Con el paso de los meses las prestaciones se van acabando al mismo ritmo que los ahorros, hasta que un buen día, uno de los nuestros nos dice: “lo hemos hablado en familia. Hay una oportunidad de trabajo interesante fuera de España, nos vamos”. Y se nos queda un gesto entre la admiración y la pena. Pero todos sabemos que una opción así es una fuente de energía. Una vacuna contra el desánimo y por fin una buena decisión que nos retrata, que define el espíritu de los que lo deciden.


Si hay que hacer las maletas se hacen. Los hijos, niños y no tan niños, sabrán adaptarse y mejor que nosotros, seguro. Las posibilidades ahí fuera se multiplican para muchos profesionales liberales y con formación que aquí empiezan a amontonarse. Otro país, otra comida, otra lengua y otra vida inesperada pero seguro que apasionante.


Cada vez seremos más españoles por el mundo, quizá no tan maquillados y editados como los que vemos en la tele, pero con la misma sonrisa, la que nos define como luchadores. Todavía no me ha tocado pero cuando esta mañana no he visto a los que faltaban a la entrada del colegio, he pensado: si tengo que hacer como ellos seré un afortunado. Buena suerte a todos, aunque no estemos todos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL SONIDO DE MANHATTAN





Hace diez años que cambió todo. Y durante este tiempo la guerra continua se apodera del mundo poco a poco. Ahora se mantiene en forma de crisis, antes en forma de terror. Sobrevolé el cataclismo en que se convirtió Nueva York en el primer avión que pudo cruzar el Atlántico hacia Washington tras la caída de las torres gemelas. La columna de humo se dejaba llevar por el viento del este hacia New Jersey, como si quisiera recorrer y atemorizar a todo el país hasta llegar a la costa oeste.


La isla de Manhattan era un volcán en erupción. El comandante nos invitó a mirar ahí abajo y pidió que rezáramos con él. Creo que todos lo hicimos al ver el desastre. Hasta los que no sabían hacerlo. Rezar es buscar ayuda. Aunque no llegue. Bajo esa columna de humo muchos la necesitaron.


Recuerdo los sonidos de aquellos días. Los gritos, las sirenas, las declaraciones, las imágenes de lo que quedó en la Zona Cero, mi paseo por el Pentágono (donde explotó de todo menos un avión de pasajeros, por cierto), las caras de los americanos, el gesto de impotencia de un pueblo que por fin se enteró de lo que era el terrorismo.


América sabe pelear en las guerras, son parte de su historia. Las provoca, las declara, las tolera, las termina, las pierde, pero nunca se había enfrentado a esto. Hasta esa fecha, Estados Unidos sabía luchar contra el enemigo visible no contra un fantasma, por eso dolió tanto.


Han pasado diez años desde aquel viaje. He recuperado en la memoria los sonidos de aquella historia. Aquí podéis escucharlos. Son cuatro minutos, uno por cada cuarto de hora que duró la pesadilla aérea. Supongo que volveré a oírlos como mi padre recuerda los tiros que le pegaron a Kennedy, porque hay sonidos que son para siempre.


Yo viví el 11-M envuelto en sonidos, no en imágenes. Cada palabra, cada grito, cada explosión se grabó en mi memoria, en mi grabadora analógica de entonces que utilizaba en la cadena de radio Onda Cero. Después vino la guerra de Irak, que también tuvo sonidos, pero esa es otra historia. ¿O es la misma?






lunes, 5 de septiembre de 2011

ESPAÑA ENTERA

La reforma de la Constitución Española, que limita el déficit del Estado por ley, puede ser el principio del fin del Estado de las Autonomías, tal y como lo conocemos. Porque ése es el verdadero debate de fondo. El debate y la causa principal de que gobierno y oposición se hayan puesto de acuerdo en modificar la Carta Magna en menos de 72 horas. Y eso lo saben muy bien los que mejor hilan en política en este país: los nacionalistas. Equilibrados muchas veces, interesados otras, pero poco a poco fuera de sintonía con una Europa que aglutina y no atomiza. Por eso están que se muerden los puños antes y después de la aprobación de la reforma.



Porque su condición de ideología de centro-derecha les invita a seguir esa línea de contención del déficit por ley, pero la parte emocional de la pérdida de soberanía que conlleva, no les gusta en absoluto. Para ellos, nada puede afectar a sus territorios históricos si no es con su acuerdo y consentimiento. Todo vale, incluso reformar la Constitución, pero si lo dicen ellos. Si no, no votan. Y España parece no estar ya para tenerles tantas atenciones.



La conclusión es clara: nos sobra ideología y nos falta sociología. Lo que no ha conseguido ningún partido mayoritario en el poder durante 30 años (véase UCD, PSOE o PP) lo puede lograr la crisis. O mejor dicho las medidas que nos obliga a tomar Europa contra la crisis. Desde Bruselas y desde Madrid no les van a dejar gastar más dinero y lo que gasten estará mirado con lupa desde fuera, con lo poco que les gusta eso a CiU y PNV.




Y el todavía presidente Rodríguez Zapatero, maestro en poder decir siempre "yo busco siempre el acuerdo", justifica esta medida obligado por un tercero, esta vez por la UE. Así los nacionalistas vascos y catalanes o incluso el PSC (Partido de los Socialistas de Cataluña) no podrán decir que actuó contra ellos, sino presionado por la supra nación europea.




Y es que Europa, al final, puede que nos haga afrontar de golpe el gran problema de este país y por el cual tenemos en gran medida la crisis financiera que tenemos: sus autonomías, sus 17 reinos de taifas, su gasto desmesurado a base del "...y yo más". De Pirineos para arriba nos conocen bien y saben cómo funcionamos históricamente. Para estar en el club de los 27 es mejor evitar la trapisonda, la picaresca, el gusto por aparentar y poco producir, algo que quizá se dé también en otras tierras, pero que aquí no nos hace tan competitivos.




Francia, Inglaterra, Alemania... es cierto que nos sacan muchos años de ventaja. Pero no en todo. No en solidaridad, en tolerancia, en simpatía, en generosidad; pero sí en desarrollo, en administración de cuentas y quizá también en respeto por nosotros mismos y por el vecino.




Estamos ante una reforma inopinada, ante la demostración de que cuando los dos grandes quieren, pueden. Incluso reformar una Constitución. Quizá este país necesite una mayoría absoluta fuerte y que dure más de ocho años, sea del partido que sea, pero una mayoría que acabe con los privilegios, con las diferencias, con las especificidades de los que quieren ser diferentes (que al final son todos) y que tanto nos cuesta su diferencia. Me pregunto¿ no sería más rentable, más equilibrado, más social... una España más homogénea económicamente, más entera? Todos, incluso ellos (porque todavía hablamos de ellos y nosotros), saben que sí.

miércoles, 17 de agosto de 2011

DE MADRID AL SUELO

En estos días me toca cubrir los actos del JMJ y la visita del Papa, Benedicto XVI. Madrid es una ciudad que casi está en estado de excepción: cortados durante siete días los ejes centrales de Prado-Recoletos y Plaza de España-Gran Vía hasta Cibeles. Más de 60 líneas de autobuses han cambiado su ruta habitual y se cierra el espacio aéreo para los vuelos privados, además de cortes eventuales de calles afectadas por el dispositivo de seguridad.


No cabe duda del interés de Ayuntamiento y Comunidad de Madrid por ofrecer el máximo de seguridad y comfort a la organización de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin duda estamos ante un evento de máximo interés social y mediático mundial que seguirán 700 millones de personas por los medios de comunicación de más de 170 países. Madrid es estos días punto de atención del planeta.


Nada que objetar, salvo un exceso de celo por apoyar y ensalzar una visita con la que muchos madrileños no comulgan o ignoran, pero que tampoco rechazan. Por suerte, siempre es así, pase lo que pase. Así es mi cuidad: abierta, tolerante y ejemplo de resignación cristiana y de la otra, ante las continuas manifestaciones de fe, deseo o denuncia que siempre ocupan sus calles.


Madrid tiene más paciencia que el Santo Job. Soporta los gritos de los indignados, sus acampadas imitadas por el resto de Europa, las protestas de sindicatos, de agricultores, de funcionarios, las fiestas orgullosas de gays y lesbianas hasta altas horas, la invasión de los peregrinos que por ahora no consumen más que bocadillos y agua mineral y también las manifestaciones contra el Papa.


Vivimos en la ciudad altavoz del mundo, donde todos pueden decir y hacer de todo, envidiada por ser la capital que luego les deja a todos hacer lo que en su ciudad no nos dejan, donde unos se manifiestan contra lo que manifiestan otros, donde se puede ser perroflauta, católico, ateo, transexual, vasco, catalán, o culé e ir, por cierto, a Cibeles con la camiseta del Barça a "celebrar" la victoria azulgrana; donde se puede ir con velo y rezar a Alá en una gran mezquita, donde se celebra el año chino o el Ramadán, aunque se ataquen los pasos de Semana Santa, donde se puede llevar a hombros a José Tomás y protestar contra los toros. No nos importa de verdad. Si ése es vuestro deseo, aquí podéis hacerlo.


Porque Madrid es el mundo entero; un aleph castizo donde cabe hasta la última opinión, hasta el último grito. ¿Que por qué somos así?, no tenemos la respuesta. Tampoco tenemos bandera, idioma especial ni moneda. Quizá nos falta amor propio o conciencia de grupo, como los que denuncian o profesan.


Sólo pedimos un poco de compasión. Somos tan de todos que no podemos ser nosotros mismos, que no nos queda tiempo ni lugar para vivirnos. Por aquí vuela tanta gente que sólo podemos ir de Madrid al suelo. Hemos perdido la costumbre de mirar al cielo, de ser madrileños. Aunque empiezo a pensar que hace tanto que no lo somos que serlo significa ya no serlo. Soy de Madrid, igual que vosotros. Así que haced un hueco y dadme la bienvenida, los que venís de fuera.

lunes, 4 de julio de 2011

ESCUELA DE CALOR




Llega el mes de julio y con él una oportunidad de descansar para miles de niñas y niños. Tras un año difícil de estudios, clases extraescolares y estrés infantil, al parecer inevitable en estos tiempos que corren, se cierne sobre ellos una nueva amenaza. Los expertos en educación infantil y los propios centros educativos reivindican para nuestros hijos la necesidad de parar, de jugar a su aire, sin directrices, incluso de “aburrirse”, simplemente. Entendamos esta palabra como la necesidad psicológica de no estar todo el día haciendo cosas, de poder estar tranquilos y sin demasiadas obligaciones.



Pero parece complicado compaginar ese derecho a “no hacer nada”, tan necesario para el descanso mental de los niños con la vida laboral de los padres. Ahí llega el temido campamento de verano, una escuela de calor muy cuestionable, que si bien puede ser positiva para algunos pequeños, no deja de ser una nueva obligación que les hace madrugar a todos, cumplir con un calendario y seguir haciendo actividades extraescolares que acaban con sus deseos de jugar.



El campamento de verano, urbano casi siempre es, al final, un aparcaniños mientras los padres trabajan o se los quitan de encima. Los profesores así lo reconocen: es una necesidad de los padres, no de los niños y al final lo que ocurre es que no paran de tener obligaciones un mes más. De nuevo podemos mirar a otros países quizá más avanzados en materia educativa y familiar donde ponen en práctica la conciliación familiar que tanto reclamamos en España a las empresas, sólo que ésta conciliación nos "cuesta" reclamárnosla a nosotros mismos, porque nos duele en los días libres mal entendidos.



En Europa, muchos padres o madres ya se cogen vacaciones unos días, por separado, precisamente para poder estar con los hijos, aunque eso suponga luego no irse un mes entero a la playa. Así, los propios padres o madres aprovechan una semana cada uno para llevar a sus hijos a museos, a conocer sus propias ciudades a caminar por el campo o cazar mariposas y especialmente, que es de lo que se trata: a estar con ellos y darles lo que más necesitan, aunque no lo crean: su tiempo.



Volvemos a los psicólogos infantiles, a los terapeutas que recomiendan "horas de vuelo" con los hijos, esa labor tan ingrata, especialmente para los papás de género masculino y nacionalidad española. Por eso, me pregunto, ¿es posible evitar el campamento de verano?, ¿es realmente necesario para los niños?, ¿no hay manera de repartir las vacaciones familiares para que uno de los padres esté un tiempo con sus hijos?.



Se me ocurren estas y otras preguntas porque creo que la dinámica diaria del resto del año nos empuja a no querer disfrutar de ellos tampoco en julio porque hemos perdido la costumbre. Y el plural utilizado es mayestático, palabra. La escuela de calor, como decía la canción, es la solución más cómoda. Para la otra, hace falta valor.

jueves, 23 de junio de 2011

15-M (III) La antártida electoral

Del 15-M no queda mucho en la Puerta del Sol. Por fin se fueron "casi" todos. Queda un punto de información, que se me antoja más un monumento al recuerdo de aquellos días, donde uno puede informarse para seguir indignándose, que otra cosa. En todo caso hicieron bien en irse, hicieron bien en seguir adelante, pero lejos del Km 0.



Es cierto que un movimiento tan heterogéneo es difícil de clasificar, que les ha costado mucho definirse en lo que quieren, no así en lo que no quieren y es cierto que aún seguimos hablando de "ellos", no de nosotros. Porque todavía nos cuesta indignarnos a su lado, aunque cada uno se indigne por su cuenta. A veces pienso que para estar realmente indignado hay que estar sin trabajo y a punto de perder la casa por no poder pagar la hipoteca, porque si no, nos cuesta sumarnos a los que sufren, porque a su lado hace frío, porque están todavía en el polo opuesto, ahí abajo, en un lugar donde sólo se sobrevive.


La Puerta del Sol seguirá siendo el escenario de próximas movilizaciones. Y el Congreso de los Diputados parece ser el segundo plató de la puesta en escena de los que ya están hartos de estar hartos, que diría el poeta. Pero su grito ascendente, su protesta, no ha sido en vano. Ya hay consecuencias políticas porque a ningún partido se le escapa que en el 15-M hay millones de votos en blanco, un granero por conquistar, una antártida electoral que puede dar la victoria dentro de un año a quien sepa explotarla.


Algunos partidos ya piden la reforma de la Ley Electoral, menos duplicidad de gestión en las autonomías, otros proponen recortes en el gasto de coches oficiales, cargos públicos y asesores de cargos públicos que los demás aceptan a regañadientes... y así, un sinfín de propuestas que, aunque testimoniales, marcan una tendencia. Y todo por el 15-M, pueden estar seguros.


Porque aunque aún son unos miles, toman la calle, tienen poder de convocatoria y su perfil medio no es precisamente el de radicales antisistema. Más bien son jóvenes, padres y madres de familia, jubilados, trabajadores parados o en edad laboral difícil. Una legión ciudadana nada despreciable por lo que pueda pasar de aquí a unos meses. Ahora el 15-M viaja a los barrios, a los pueblos. Mejor, porque el movimiento se demuestra andando.

lunes, 6 de junio de 2011

WATCHING IN SILENCE (II): CORE, la ciudad del descanso

Endemoniados, seropositivos, enfermos con brotes psicóticos, alcohólicos, drogadictos, ladrones, personas afectadas por estrés postraumático... ¿queda algo peor en la lista?, probablemente, pero todo es efecto de la guerra y la pobreza. En Sierra Leona cabe tanto sufrimiento como podamos imaginar.


A pesar de ello, en medio del caos, tiene que haber esperanza. Y quizá La Ciudad del Reposo sea una manera de mantenerla viva. La cámara de Pep Bonet logra el contacto con la piel oscura y maltratada de los que se dejan retratar, a menudo cabizbajos, entregados, pero generosos ante el objetivo que no los analiza, simplemente los contempla bajo la sombra de los muros. Como este interno que se lava a conciencia con apenas medio cubo de agua.

City Of Rest (CORE) es un lugar a medio camino entre el infierno de los peores demonios y la luz que se ve al final del túnel, en uno de los países más pobres del mundo. En agosto de 2006, Pep Bonet volvió a la tierra de las minas de diamantes para bajar a los infiernos donde sobreviven los ultrajados por el conflicto. CORE es un proyecto de rehabilitación promovido por la Iglesia de la Liberación en la capital, Freetown, donde tratan tanto a personas mutiladas por los rebeldes como a los niños soldados que aprendieron a matar y ahora aprenden a vivir.



La guerra dejó más de 50.000 personas con trastornos psíquicos severos y al menos 300.000 con problemas de depresión y necesidades de tratamiento psiquiátrico.
-“Fotografiar City of Rest fue como entrar en un mundo surrealista, en el que nadie, ni yo mismo, estaba seguro de nada. Un lugar de silencio mantenido entre el grito de la locura o el espasmo de la abstinencia. Un purgatorio africano en el que se utiliza la Biblia como terapia y se aplica una receta bien simple: descanso, comida y oración”-, dice Pep.

Los miembros de la Iglesia de la Liberación aseguran que hay pacientes poseídos. Por eso combaten al demonio con la palabra de Dios. Les hacen rezar varias veces al día, comen otras tantas y obligan a los enfermos a descansar. Cada fotografía mantiene la tensión mental que padecen los internos, como si fueran sus ojos los que nos llevan por cada pasillo, por cada celda. El objetivo se centra sin temor allí donde una mano se extienda para coger la nuestra, dejando en segundo plano el castigo de estar detrás de la reja.

Los internos aparecen envueltos en su propia niebla. Puede que la rutina les proporcione un poco de paz pero en sus mentes hay demasiado horror para tan pocos medios. La mayoría de los pacientes son jóvenes de entre 11 y 35 años. Su misión en la vida no va más allá de volver a ser personas con dignidad. Y eso no se consigue fácilmente en Sierra Leona.

-“Allí se pelean entre ellos, unos pasan el día entero en su jergón pronunciando letanías enfermizas o caminan encadenados contando baldosas en el suelo. La mayoría de los internos van medicados hasta las cejas, otros ciertamente mejoran aunque más tarde vuelven a caer. Salen rehabilitados pero fuera encuentran lo de siempre, una vida sin posibilidades, sin dinero y sin el orden que encontraron dentro. Por eso regresan una y otra vez, atrapados por el miedo”- .


La serie de fotografías de City Of Rest, un lugar tan delicado para mostrar la condición humana, acaba siendo un canto a la empatía con los pacientes, un ejemplo solidario entre el que muestra su miseria y quien procura respetarla, evitando el encuadre fácil que esperamos para ofrecer otro que enseña menos pero perdura más.


Idea original y desarrollo, Pep Bonet (World Press Photo y Eugene Smith awarded).
Redacción, Ignacio Jarillo
Más información y adquisición de libro:
http://www.fonart.com/
http://www.pepbonet.com/ (redirigido a web de Noor agency, porfolio global de Pep Bonet y su obra)

WATCHING IN SILENCE (I) : Blind Faith, la fe ciega

Blind Faith (fe ciega) es la primera entrega de reportajes del libro Watching in Silence que publicamos el fotoperiodista Pep Bonet y yo (Editorial Fonart) en mayo de 2011. Una manera de recordarnos cómo viven los que ni siquiera pueden disfrutar de la crisis, los que no acampan para protestar porque ya nacieron acampados.


Esta primera entrega es una historia experimental en Sierra Leona, donde decenas de miles de personas murieron durante la guerra civil que asoló el país entre 1991 y 2001. Muchos seres humanos quedaron inválidos para siempre a causa del horror y los abusos que provocó el conflicto bélico más sangriento de la historia moderna de África. La escuela para ciegos de Milton Margai en Freetown, acoge a muchos niños, algunos de los cuales son víctimas de la guerra, otros tuvieron la dudosa suerte de ser ciegos de nacimiento y aunque nunca vieron sí padecieron los horrores del conflicto y su desastre humanitario.

En ese centro de atención de invidentes no hay esperanza para ver de nuevo la luz del día pero sí para el consuelo. Con escasos recursos para recuperar el ánimo de los niños a los que el horror arrebató la vista por culpa de las explosiones o las mutilaciones, la escuela abre sus puertas cada día con un coro de voces que invitan a confiar en un futuro de paz. Allí suena la música del piano a diario. Es la luz que les falta en los ojos.

Los niños sonríen ajenos al fotógrafo mientras las yemas de sus dedos aciertan a leer las páginas en un libro escrito en idioma Braille. Son rostros inermes, ajenos a un objeto que les apunta pero que esta vez sólo disparará para grabar en nuestra retina el rostro quebrado de su inocencia. Así es Kinny, para muchos el modelo más universal de Pep Bonet.


Un niño ciego que por fortuna no sufrió la tortura perpetrada por los rebeldes, habituados a quemar la vista de otros niños con plástico ardiente. Cada mañana Kinny despierta tras los muros de la escuela buscando en silencio su propia mirada. Con las primeras luces del alba su rostro se ilumina al encontrar la luz entre las tinieblas, como si él y sus compañeros pudieran ver por un instante el sol del que sólo notan el calor en sus mejillas. Es un momento que les devuelve la fe ciega en un nuevo día de paz y que les aleja un poco más de los años del plomo y la pólvora.

La escuela para ciegos de Milton Margai sigue aún hoy en pie. Entre sus oscuras paredes se cuela el brillo del intenso albor que abrasa los rostros de los que nada ven pero todo sienten. Un desafío para el encuadre en el que la luz forma parte de la historia aunque ninguno de ellos pudiera verla. Sin ella no les veríamos igual entre los muros. A pesar de ella, nunca podrán vernos. Ahora usan otra luz, la que llevan dentro para seguir su camino empedrado de tropiezos.


Cada fotografía es aquí una historia completa, un enfoque autónomo que no necesita de las demás para ser comprendida. Pero si se observa en silencio la serie entera resulta una epopeya de personajes heroicos, inéditos, perfectos. Os invito a mirar en silencio.


Idea original y desarrollo, Pep Bonet (World Press Photo y Eugene Smith awarded).

Redacción, Ignacio Jarillo


Más información y adquisición de libro:




http://www.pepbonet.com/ (redirigido a web de Noor agency, porfolio global de Pep Bonet y su obra)

sábado, 28 de mayo de 2011

15-M, LA RE-EVOLUCIÓN (II)

La acampada en Sol fue una buena idea. Demostró a los políticos que el motor más joven, con más energía de la sociedad aún es capaz de pensar, de rebelarse y de hacernos sentir a los demás que hay otra forma de hacer crecer esta sociedad. Puede que muchos no estén de acuerdo con esto y lo comprendo, pero en sí misma, la acampada, la manifestación, el movimiento M-15 no fue una mala noticia.

Cualquiera que esté de acuerdo con su cabeza sabe que estamos en una situación límite, en circunstancias impensables hace muy pocos años y sea cual fuere su ideología política, cualquiera ha dicho hace poco eso de : no me explico cómo este país no explota por algún sitio. Pues ahí lo tienen, ahí lo tenemos. Por eso acamparon en Sol los que más fácil lo tenían, por edad, por energías. No carguemos las tintas contra ellos. Pero todo tiene un límite.

Ahora la acampada ya no provoca buenos sentimientos, ya no tiene el efecto sorpresa, es víctima de ataques justificados, comienza a traer problemas de orden público, perjudica la venta de los comercios y, en mi humilde medida, se somete a juicios críticos como el que escribo. Luego algo falla.

Mis días entre las carpas pasaron rápido, porque me divertí viendo cómo los protestantes se organizaban en foros de debate, desde seguridad, inmigración, política económica, ciudadanía, hasta asambleas sobre la conveniencia o no de dejarnos grabar a los medios lo que decían ¡en la plaza pública!. Había debates y diálogo en cualquier metro cuadrado de esa plaza, bajo la ausente mirada de Carlos III, ajeno a lo que cocía a sus pies el pueblo de Madrid.

Recuerdo a profesores, madres de familia, jubiladas, trabajadores de banca, estudiantes, mendigos y periodistas, todos unidos en un mismo círculo, casi dándose la razón unos a otros hablando de lo mismo: necesitamos el sistema, si, pero quizá haya que cambiarlo bastante. Todo era posible, pero no interminable. Ahora también hay que cambiar el 15-M. ¿Sirve la acampada, tal cual?, ¿perjudica a demasiados?

Lo ocurrido en Barcelona en la Plaza de Cataluña es un aviso para navegantes. La policía se empleó duro para disolver a los manifestantes, pero éstos tampoco se lo pusieron fácil. Quizá haya llegado la hora de hacer otra revolución: la re-evolución. La resistencia pasiva tuvo su momento, ahora el pueblo está más formado, domina las redes sociales y si quisiera podría organizarse y diseñar un plan de protesta con propuesta. No basta con acampar indefinidamente, hay que proponer y convencer a los demás de que hay otra vida política más allá del bipartidismo, donde la democracia real que muchos defienden sea una realidad en las urnas, no sólo una reunión en la plaza del pueblo.

lunes, 23 de mayo de 2011

15-M, BRINDIS AL SOL (I)

Sol ha sido la puerta de la esperanza para muchos. Sigue siendo un brindis cargado de buenas intenciones. Y que nadie les pida nada más, que sólo son jóvenes sin futuro por ahora, no consejeros de la banca. Bastante hacen con promover la no violencia y la protesta con propuesta.


Por ahora sólo brindan si, y no lo digo contra ellos, ni con ellos. He pasado muchas horas estos días allí, viéndolos nacer lona a lona, cartón a cartón y frase a frase. Ha sido una experiencia buena y no voy a negar que enriquecedora.


Una semana de protesta juvenil, convertida poco a poco en movimiento social ha hecho al menos retomar conciencia. Porque la conciencia siempre está presente pero no siempre la hacemos nuestra. Ha conseguido que unos y otros se molesten en mirarlo de reojo, que muchos medios hagan una pausa y valoren la noticia con el tiento que requieren los acontecimientos especiales. Sin atreverse a ir a favor o contra descaradamente, ni siquiera los más radicales. Porque, ¿quién les niega la mayor a los que piden más justicia, más democracia, más decencia, menos gasto, menos corrupción o menos paro?


Algo está pasando dentro de nosotros y no nos damos cuenta, pero lo que está pasando es bueno. Lo intuimos desde hace tiempo. Quizá estos jóvenes hartos sólo han echado la chispa a la hierba seca y recién segada. Parece que no prende porque tiene los tallos cortos pero lo hace lentamente, buscando donde estén más altos para extenderse.


El movimiento M-15, Acampada en Sol, Spanish Revolution, Democracia Real Ya! o como quieran llamarse, tiene ante sí el reto de superar estos días, de aguantar. Muchos de los que no han ido por allí, no saben que sus carpas de obra, sujetas con vientos improvisados, están llenas de cerebros preparados, de gente quizá en paro que encuentra allí un modo de hacerse valer y de generar conocimiento entre los demás.


Hay físicos, arquitectos, deportistas, informáticos, licenciados en derecho, matemáticos, dibujantes de Bellas Artes, ingenieros... aquello es un maldito centro de alto rendimiento conectado con el mundo entero y provocando más adhesiones cada día. Allí hay más talento que perroflautas, que también los hay, de acuerdo.


En este tipo de movidas siempre hay cojosmanteca dispuestos a ver qué pescan en el río de la revolución. Por cierto que a los de la cresta o los pelos rasta no les gusta que no se pueda beber cerveza ni fumar porros o mear en la estatua de Carlos III. Ellos esperaban una revuelta al uso y se han encontrado con gente indignada, no con gente indigna a la causa, con perdón de la expresión, porque todos somos dignos, ya lo sé.


Seguiré hablando de ellos... ¿Hay algo mejor que hacer que brindar al sol de primavera?, pues eso. Que esta gente brinda, pero por un mundo mejor y mientras, van terminando su borrador de propuestas al Congreso. Habrá que leerlas.
















miércoles, 13 de abril de 2011

UN LIDER GLOBAL EN EL PSOE

El Partido Socialista Obrero Español se enfrenta a un final de ciclo. Se cumple así una ley no escrita del subconsciente colectivo que, sea por una guerra sucia, por una mala guerra o por la peor de las crisis, acaba con el gobierno de turno para dar paso al cambio que tanto desea el que aspira a gobernar.

Y en nuestro país el cambio bien puede ser el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy. En su contra, dos elecciones perdidas y esa sensación entre los suyos y los que no son lo suyos de que no hay nada mejor. A su favor, un aura de hombre formal, curtido en la vida pública, con experiencia de gobierno innegable, de sobra conocido y por supuesto con unas encuestas que aupan a su partido a lo más alto, a una distancia de entre diez y quince puntos sobre el PSOE. Un pronóstico demoscópico que si bien sólo sirve para tenerlo en cuenta influye bastante en el ciudadano indeciso que, como en el fútbol, suele ir con el que va ganando.

Pero el PP sabe muy bien que no hay que confiarse y se mantiene alerta por lo que pueda pasar en la otra acera, donde los socialistas se miran unos a otros buscando a un nuevo líder. ¿Quién será el elegido?. A las bases socialistas les gustan las primarias, porque es ahí donde dicen que demuestran lo que es su partido: un espacio abierto a cualquier militante que dé la sorpresa, como ocurrió con el casi desconocido diputado leonés Rodríguez Zapatero en el 35º Congreso del partido, en el año 2000.

Y, por eso, en las próximas primarias quizá salga elegido alguien "casi" desconocido, que no es cualquier militante, pero cuya cabeza privilegiada ya se valora más fuera de España que dentro. Un hombre al que Zapatero debió hacer más caso de lo previsto y cuyas ideas y discurso han calado hondo en los centros de poder más decisivos del planeta.

Mientras los Rubalcaba, Bono y Chacón actúan de teloneros, alguien que por ahora se mueve mejor en la sombra, se deja querer en serio. Su nombre es Bernardino León y lo de menos es que hoy todavía sea Secretario General de la Presidencia. Los que le han oído hablar en foros internacionales advierten al PSOE que puede ser el líder global que busca su partido. Un perfil de posible candidato sobradamente preparado que tal vez llegue demasiado pronto para enfrentarse a Rajoy, cada día más sólido, pero que ya llega tarde para los hambrientos de confianza que manejan la economía internacional.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Libia vale, pero ¿y Gaza?

Libia es hoy, con permiso de Japón, el centro de atención internacional. Las guerras se venden bien en la prensa, nos hacen llenar líneas y líneas e inundan como un tsunami las pantallas de televisión de medio mundo. El otro medio, el de siempre, espera expectante por si se repite la historia de Irak. Y Japón, afortunadamente, no ha estallado en mil pedazos, aunque ha faltado poco y todavía no podamos cantar victoria, o como dicen por allí, Tora, Tora.


No sabemos aún lo que ocurrirá, pero sí sabemos que Estados Unidos no quiere otra guerra de esas que siempre libra fuera de su territorio. También sabemos que en Libia, cómo no, hay petróleo y muchos intereses geoestratégicos de esos que tanto gustan a los estudiosos del Pentágono o de la OTAN. Por eso los rusos miran con recelo a los aliados. A Putin y los suyos, todo lo que suene a alianza no les gusta, salvo la suya, claro, que quedó maltrecha a ese lado del antiguo muro.


Está bien, vale. Todo sea por el pueblo libio y sus ansias de libertad. Todo sea por evitar que sufra una población que soporta desde hace más de cuarenta años el mismo yugo de Gadafi y sus haimas. Todo sea por la democracia, por los derechos humanos, pero... ¿Y Gaza?, ¿y Palestina?


Hace tiempo que no oigo hablar de un proceso de paz que sigue siendo como el cuento de la buena pipa: un juego de palabras que no parece importar a nadie. Y mientras, su población, la más densa del mundo, la que no tiene un árbol bajo el que cobijarse del sol, se pudre sin agua potable, sin alimentos frescos.


Gaza sobrevive al socaire de lo que decidan sus vecinos de Israel dispuestos a matar moscas a cañonazos, si pero hartos del terrorismo histórico que padecen. Esa franja palestina mantiene un hálito de vida a merced de sus propios dirigentes, Hamás y Al Fatah, empeñados en mantener la tensión con Israel, como si su sentido de la vida fuera siempre la guerra, no la paz. Parecen acostumbrados al victimismo y adivino su miedo atroz a afrontar una solución que les dejaría sin identidad de pueblo oprimido. A ellos, a los dirigentes palestinos, su pueblo reclama al menos un acuerdo para acabar con sus luchas intestinas. Eso es lo primero. Después, ya llegará la hora de entenderse con el vecino. Pero mientras, el pueblo se muere en vida.


Menos mal que iniciativas ciudadanas en el mundo entero y especialmente en España se preocupan por lo que no es noticia y siguen enviando ayuda a la población palestina, a pesar de Israel, si, aunque no toda la culpa sea suya ni mucho menos. Por suerte el pueblo de Gaza sigue existiendo en la mente de muchos, como el de Sáhara, como el de Somalia, como el de Japón...


Porque si sólo ayudamos a los que salen en la tele cada semana, acabaremos mandando sacos de harina, tiendas de campaña y medicinas solo a los concursantes de Gran Hermano.