En estos días me toca cubrir los actos del JMJ y la visita del Papa, Benedicto XVI. Madrid es una ciudad que casi está en estado de excepción: cortados durante siete días los ejes centrales de Prado-Recoletos y Plaza de España-Gran Vía hasta Cibeles. Más de 60 líneas de autobuses han cambiado su ruta habitual y se cierra el espacio aéreo para los vuelos privados, además de cortes eventuales de calles afectadas por el dispositivo de seguridad.
No cabe duda del interés de Ayuntamiento y Comunidad de Madrid por ofrecer el máximo de seguridad y comfort a la organización de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin duda estamos ante un evento de máximo interés social y mediático mundial que seguirán 700 millones de personas por los medios de comunicación de más de 170 países. Madrid es estos días punto de atención del planeta.
Nada que objetar, salvo un exceso de celo por apoyar y ensalzar una visita con la que muchos madrileños no comulgan o ignoran, pero que tampoco rechazan. Por suerte, siempre es así, pase lo que pase. Así es mi cuidad: abierta, tolerante y ejemplo de resignación cristiana y de la otra, ante las continuas manifestaciones de fe, deseo o denuncia que siempre ocupan sus calles.
Madrid tiene más paciencia que el Santo Job. Soporta los gritos de los indignados, sus acampadas imitadas por el resto de Europa, las protestas de sindicatos, de agricultores, de funcionarios, las fiestas orgullosas de gays y lesbianas hasta altas horas, la invasión de los peregrinos que por ahora no consumen más que bocadillos y agua mineral y también las manifestaciones contra el Papa.
Vivimos en la ciudad altavoz del mundo, donde todos pueden decir y hacer de todo, envidiada por ser la capital que luego les deja a todos hacer lo que en su ciudad no nos dejan, donde unos se manifiestan contra lo que manifiestan otros, donde se puede ser perroflauta, católico, ateo, transexual, vasco, catalán, o culé e ir, por cierto, a Cibeles con la camiseta del Barça a "celebrar" la victoria azulgrana; donde se puede ir con velo y rezar a Alá en una gran mezquita, donde se celebra el año chino o el Ramadán, aunque se ataquen los pasos de Semana Santa, donde se puede llevar a hombros a José Tomás y protestar contra los toros. No nos importa de verdad. Si ése es vuestro deseo, aquí podéis hacerlo.
Porque Madrid es el mundo entero; un aleph castizo donde cabe hasta la última opinión, hasta el último grito. ¿Que por qué somos así?, no tenemos la respuesta. Tampoco tenemos bandera, idioma especial ni moneda. Quizá nos falta amor propio o conciencia de grupo, como los que denuncian o profesan.
Sólo pedimos un poco de compasión. Somos tan de todos que no podemos ser nosotros mismos, que no nos queda tiempo ni lugar para vivirnos. Por aquí vuela tanta gente que sólo podemos ir de Madrid al suelo. Hemos perdido la costumbre de mirar al cielo, de ser madrileños. Aunque empiezo a pensar que hace tanto que no lo somos que serlo significa ya no serlo. Soy de Madrid, igual que vosotros. Así que haced un hueco y dadme la bienvenida, los que venís de fuera.
3 comentarios:
Joder, claro que sí, los de Madrid somos así, buena crónica de nosotros mismos. Abrazo Omnia.
Una de las cosas, son tantas.. ,por la que tengo que dar las gracias al que sigue a mi lado, es haberme devuelto Madrid.Es mi ciudad y la de todos. Esa que hoy se asa con casi 40º y dentro de unos meses igual corta la cara de frio.Esa que pateo de arriba a abajo los fines de semana , busacando todas sus caras: la seria , la intelectual, la amable, la cómoda , la amena, la frívola..., son muchas y todas o casi , me gustan.Me gustan desde el privilegio de agosto con menos gente ( no esta semana ) desde el privilegio de no pillar atascos los fines de semana y las tardes de trabajo, y desde el privilegio de saber buscar todos sus rincones a los que vuelvo constantemente porque realmente enganchan,. Yo que soy una caguica me conduzco las calles de Madrid como si fuera un taxista, me meto en todos los tugurios y palacios y me paseo a cualquier hora de la noche por sus callejones llenos de colores ,sonidos y sabores.Pero no todo es bueno , hay algo , no sé por qué , pero cualquier madrileño lo diria, que hace que estemos tan cerca de los amigos y a la vez tan lejos. Tengo una amiga que vivia en Almeria y se volvió a Madrid , y la veia más cuando vivia en Almeria que aqui.Es una pena que en una ciudad donde todo está tan a mano, tengamos siempre tantas dificultades para ver a la gente que queremos. Bueno, ya sabes, yo erre que erre....
Yo no soy de Madrid. Llevo aquí 25 años pero no me considero Madrileño. Sin embargo sí siento que a pesar de su tamaño es (era) una ciudad cercana. A pesar de su tráfico, su caos, su ritmo... la gente que vive aquí hace (hacía) que todo eso sea sólo una secundaria molestia. Esa sobadísima frase que dice que en Madrid nadie se siente extraño es (era) literalmente cierta. Sin embargo, como en tantas otras cosas, creo que estamos perdiendo esa cintura, esa ingenuidad, esa alegría, esa generosidad, ese "vive y deja vivir"... ¿Culpables? En mi opinión, un veneno que lo está destrozando todo y que empieza a supurar en nuestra deplorable clase política (qué manera de manchar una palabra tan bonita como es "política"), y que continua en nuestra insaciable clase financiera , empresarial... hasta en el equipo ¿señor? de fútbol que se empeña en avergonzarnos y traicionar tantos valores. Madrid se está haciendo antipática, sectorial e insensible.
El 90% de los madrileños no son así, pero es que el 10% restante hace mucho, mucho ruido.
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