La reforma de la Constitución Española, que limita el déficit del Estado por ley, puede ser el principio del fin del Estado de las Autonomías, tal y como lo conocemos. Porque ése es el verdadero debate de fondo. El debate y la causa principal de que gobierno y oposición se hayan puesto de acuerdo en modificar la Carta Magna en menos de 72 horas. Y eso lo saben muy bien los que mejor hilan en política en este país: los nacionalistas. Equilibrados muchas veces, interesados otras, pero poco a poco fuera de sintonía con una Europa que aglutina y no atomiza. Por eso están que se muerden los puños antes y después de la aprobación de la reforma.
Porque su condición de ideología de centro-derecha les invita a seguir esa línea de contención del déficit por ley, pero la parte emocional de la pérdida de soberanía que conlleva, no les gusta en absoluto. Para ellos, nada puede afectar a sus territorios históricos si no es con su acuerdo y consentimiento. Todo vale, incluso reformar la Constitución, pero si lo dicen ellos. Si no, no votan. Y España parece no estar ya para tenerles tantas atenciones.
La conclusión es clara: nos sobra ideología y nos falta sociología. Lo que no ha conseguido ningún partido mayoritario en el poder durante 30 años (véase UCD, PSOE o PP) lo puede lograr la crisis. O mejor dicho las medidas que nos obliga a tomar Europa contra la crisis. Desde Bruselas y desde Madrid no les van a dejar gastar más dinero y lo que gasten estará mirado con lupa desde fuera, con lo poco que les gusta eso a CiU y PNV.
Y el todavía presidente Rodríguez Zapatero, maestro en poder decir siempre "yo busco siempre el acuerdo", justifica esta medida obligado por un tercero, esta vez por la UE. Así los nacionalistas vascos y catalanes o incluso el PSC (Partido de los Socialistas de Cataluña) no podrán decir que actuó contra ellos, sino presionado por la supra nación europea.
Y es que Europa, al final, puede que nos haga afrontar de golpe el gran problema de este país y por el cual tenemos en gran medida la crisis financiera que tenemos: sus autonomías, sus 17 reinos de taifas, su gasto desmesurado a base del "...y yo más". De Pirineos para arriba nos conocen bien y saben cómo funcionamos históricamente. Para estar en el club de los 27 es mejor evitar la trapisonda, la picaresca, el gusto por aparentar y poco producir, algo que quizá se dé también en otras tierras, pero que aquí no nos hace tan competitivos.
Francia, Inglaterra, Alemania... es cierto que nos sacan muchos años de ventaja. Pero no en todo. No en solidaridad, en tolerancia, en simpatía, en generosidad; pero sí en desarrollo, en administración de cuentas y quizá también en respeto por nosotros mismos y por el vecino.
Estamos ante una reforma inopinada, ante la demostración de que cuando los dos grandes quieren, pueden. Incluso reformar una Constitución. Quizá este país necesite una mayoría absoluta fuerte y que dure más de ocho años, sea del partido que sea, pero una mayoría que acabe con los privilegios, con las diferencias, con las especificidades de los que quieren ser diferentes (que al final son todos) y que tanto nos cuesta su diferencia. Me pregunto¿ no sería más rentable, más equilibrado, más social... una España más homogénea económicamente, más entera? Todos, incluso ellos (porque todavía hablamos de ellos y nosotros), saben que sí.