Está por todas partes. Es un cáncer asumido, permitido, alabado, a veces promovido y sobre todo, sufrido: es el arte ilegal por no llamarlo gamberrismo.
Es la evidencia de una educación que nos dieron y que seguimos dando. Me entristece cada día. Ya no me solivianto. Pero me duele ver esos trazos en los que hay rastros de una mano diestra pero digna de mejor causa.
En las paredes de mi casa, del colegio, del mercado, del ayuntamiento, del hospital, del juzgado, de la universidad, de una fábrica... y así hasta el infinito. Porque el cáncer del “graffiti” no se cura, sólo se previene.
Envuelto en contracultura, desde poco antes de los años ochenta, los graffiteros inundan con su spray todo lo que quieren. No hay límites. Por tanto, no tenemos libertad para elegir dónde ver su obra. Nos la imponen. Siempre he pensado que la libertad no tiene dueño, y si lo tiene no me gustaría conocerle. La ley no se cumple contra ellos porque probablemente no exista.
Vivo en una ciudad moderna, cercana a Madrid, donde muchos lectores también lo sufren: Las Rozas es ejemplo de convivencia y eso es mérito de sus vecinos de su ayuntamiento que no puede contra la “metástasis grafítica”. “Arte ilegal” como les gusta llamarlo a los culpables. Porque son culpables, aunque no haya un juez que los condene. Ellos y los que no se ocuparon de educarles lo suficiente, los que no supieron encauzar su afición desmedida por la creación.
Sean o no artistas, antes que nada son mal educados. Como lo sería un actor interpretando su obra en mitad de un pleno municipal sin permiso; como lo sería un violinista que irrumpe tocando su instrumento en medio de un juicio por violación; como lo sería yo escribiendo estas líneas con rotulador negro en la primera página del Amadis de Gaula original.
Sean o no artistas, antes que nada son mal educados. Como lo sería un actor interpretando su obra en mitad de un pleno municipal sin permiso; como lo sería un violinista que irrumpe tocando su instrumento en medio de un juicio por violación; como lo sería yo escribiendo estas líneas con rotulador negro en la primera página del Amadis de Gaula original.
El artista también puede ser una mala persona, un egoísta que ensucia las paredes. Me da tanta pena ver pintarrajeado el nuevo puente Puerta de Las Rozas que no he podido evitar dedicar esta columna al artista ilegal que ensució la base de su estructura. Ya es tarde para él. Nunca entenderá que lo que ha hecho es horrible para otro artista como él y si algún día lo entiende será tan tarde que otro encapuchado armado con un bote de color hará lo mismo, salvo que sus padres lo hayan educado. ¿Se imaginan qué bonito estaba ese puente de blanco? Prueben con el fotoshop. Usen la opción spray...
4 comentarios:
Nadie lucha contra esta suciedad porque queda muy moderna. Estoy harta de cómo está la pared de mi edificio!!!
En Bellas Artes teníamos una asignatura que se llamaba pintura mural en ella te enseñaban a pintar en muros y paredes incluso nos enseñaban a realizar tranpantojos.
Sinceramente creo que los graffitis de texto como este de la foto no se pueden considerar ni manifestaciones artísticas, yo lo veo como los animales que marcan el territorio nada mas, solo valen para un estudio sociológico.
También creo que si existen grafiteros que realizan pinturas murales buenísimas lo malo es si no están consentidas por el propietario del muro pese a ser de calidad.
Lo que es ya para matarlos a palos es los grafiteros que pintan sobre graffitis buenos consentidos por el propietario del muro.
no son artistas, son ensuciadores de paredes. Puede que sepan pintar pero siempre en el sitio equivocado. Ni agua!
Acabo de leer el post y coincido con Ignacio y con los comentarios que anteceden. Al grafitero: Ni Agua! o mejor, un cubo de agua y un cepillo de dientes de cerda fina para que limpie lo que ensucia!
A mis hijos trato de inculcarles que eso "no mola" y que no "son guays", que son pintarrajos y una falta de civismo y de educación.
Se tomarán algún dia medidas?
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