La noche de Difuntos se ha convertido desde hace unos años en una fiesta anglosajona más que apuntar al calendario de celebraciones españolas. Máscaras, disfraces, sangre de bote y monstruos de la risa, corren por los portales de España como la pólvora. Y de la fiesta que tanto nos gusta hemos pasado a la macrofiesta como si de un fin de año se tratara.
Hemos dejado aparcado el respeto y recuerdo a los que nos faltan para convertirla en un desfile de zombies que aprovechan para beber alcohol y desmelenarse hasta el límite. Hasta ahí, todo bien o casi bien. Debemos aceptarlo porque no se puede evitar lo inevitable. Pero este año la tragedia ha ido mucho más allá del gamberrismo de los chavales que tiran huevos contra las casas y lanzan petardos a medianoche.
Este año hay que sumar varios muertos a la lista de los que recordamos en la madrugada del 1 de noviembre. Mientras escribo estas líneas varias familias lloran al menos a cuatro jóvenes que han muerto en el Telefónica Arena, víctimas de la fiesta llevada al éxtasis, al exceso de aforo o a la poca previsión de los organizadores.
Dimisiones políticas aparte, que siempre son oportunas, porque me recuerdan que siempre hay un último responsable, está claro que quien organizó la macrofiesta se ahorró todo lo que pudo en seguridad y personal: en sueldos, en dos palabras. Y esto irá a más porque la noche de difuntos es ya un clásico para consumir y que nos consuman.
Halloween ha dejado de ser un rato de ocio de niños que suben y bajan escaleras pidiendo chucherías por los portales para convertirse en un botellón más.
Sin duda vivimos en un momento de tensión tan grande que cualquier excusa es buena para abrir la espita y soltar la presión que llevamos dentro. No podemos reprochárnoslo con la que está cayendo pero también es sano hacer una excursión de amigos por la montaña.
Si me dan a elegir entre truco o trato elijo trato: vosotros os divertís pero a cambio respetad mi tranquilidad, mi pueblo y mis calles. Quizá así el año que viene haya menos difuntos a los que recordar. ¿Hay paradoja semejante a la de morir celebrando una noche como esa?
1 comentario:
Has vuelto! Ojal,a te sople el viento a favor y sigas contando tus historias . Esta es bastante triste para empezar mis segundos cincuenta años. Es muy duro pensar en vidas que terminan con la carita recién estrenada de mi nieta sonriendome . Os mandamos las dos toda la fuerza en estos tiempos duros para que pasen pronto como un mal sueño . Un abrazo.
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