Pilar Cernuda tiene esa cualidad tan preciada para los que la leemos y escuchamos. ¿Cómo definirla?. A ver así: con sus ideas y su sentido común, sabe ponernos de acuerdo.
Por su trayectoria periodística desde la España de la transición, pasando por la coronación del Rey Juan Carlos I, el Golpe de Estado del 23-F, los gobiernos de Felipe González, Aznar , Zapatero y lo que venga, se ha ganado desde hace años estar a la cabeza de las firmas más prestigiosas de la prensa española. Su voz autorizada, como madre y periodista, no podía faltar en nuestro blog al hablar de la crisis educativa.
La policía ha impedido un “macrobotellón” que se había covocado en Madrid, en el Faro de la Moncloa. En Majadahonda, dos días más tarde, quince mil jóvenes se reunían en una explanada, a la que llegaron con sus bolsas de plástico cargadas de botellas. Nadie hizo nada por impedirlo.
Nuestros hijos salen de casa a las doce de la noche y regresan con el alba, y la culpa es nuestra. Beben alcohol, y la culpa es nuestra. Van de botellón, y la culpa es nuestra. Podemos decir, para tranquilizar nuestras conciencias, que las copas son muy caras en los bares y discotecas y por eso se ven obligados a comprar en gasolineras o “chinos” botellas de whisky, vino o ginebra.
Y podemos decir que si no les dejamos salir se quedan sin amigos, y que es peor una depresión que unas copas de más de vez en cuando. Y podemos decir que en los colegios no educan a los chicos y chicas en valores. Pues claro que no. Son los padres los que deben hacerlo, los que están obligados a poner límites, a decir qué se puede consentir y qué no es aceptable de ninguna manera.
El botellón no tiene por qué ser necesariamente nocivo si los jóvenes saben hasta dónde pueden beber, si saben que la educación, no el pudor, obliga a hacer las necesidades apartados del resto de la pandilla; que hay que aceptar a los que rechazan la copa o el pitillo sin burlarse de ellos, y que por encima de todo está el respeto no solo a los demás sino a uno mismo.
Ahora, lo fácil para un padre es decir a todo que sí, cerrar los ojos y dormir sin enterarse cómo y cuándo llega tu hijo a casa. Lo otro, el control o decir que no, significa bronca segura, malos tragos y problemas. Pero hay que hacerlo.
Nuestra juventud no está enferma. Pero, sin duda, los padres tenemos que dedicar mucha más atención a los hijos, hablar con ellos desde muy pequeños sin mirar el reloj y buscar el equilibrio, difícil, entre darles la confianza que merecen, y que ellos no fallen ante esa confianza.
Nuestros hijos salen de casa a las doce de la noche y regresan con el alba, y la culpa es nuestra. Beben alcohol, y la culpa es nuestra. Van de botellón, y la culpa es nuestra. Podemos decir, para tranquilizar nuestras conciencias, que las copas son muy caras en los bares y discotecas y por eso se ven obligados a comprar en gasolineras o “chinos” botellas de whisky, vino o ginebra.
Y podemos decir que si no les dejamos salir se quedan sin amigos, y que es peor una depresión que unas copas de más de vez en cuando. Y podemos decir que en los colegios no educan a los chicos y chicas en valores. Pues claro que no. Son los padres los que deben hacerlo, los que están obligados a poner límites, a decir qué se puede consentir y qué no es aceptable de ninguna manera.
El botellón no tiene por qué ser necesariamente nocivo si los jóvenes saben hasta dónde pueden beber, si saben que la educación, no el pudor, obliga a hacer las necesidades apartados del resto de la pandilla; que hay que aceptar a los que rechazan la copa o el pitillo sin burlarse de ellos, y que por encima de todo está el respeto no solo a los demás sino a uno mismo.
Ahora, lo fácil para un padre es decir a todo que sí, cerrar los ojos y dormir sin enterarse cómo y cuándo llega tu hijo a casa. Lo otro, el control o decir que no, significa bronca segura, malos tragos y problemas. Pero hay que hacerlo.
Nuestra juventud no está enferma. Pero, sin duda, los padres tenemos que dedicar mucha más atención a los hijos, hablar con ellos desde muy pequeños sin mirar el reloj y buscar el equilibrio, difícil, entre darles la confianza que merecen, y que ellos no fallen ante esa confianza.
Pilar Cernuda es autora de:
El Presidente - biografía de Felipe González-; Ciclón Fraga, Todo un Rey - con José Oneto, Pedro J. Ramírez y Ramón Pi -; Crónicas de la crispación y Aznarmanía, con Fernando Jáuregui. También con éste último, y con Joaquín Bardavío, ha publicado Servicios Secretos. Ha escrito, además, La mujer en la política, El largo camino hacia la igualdad y, con Margarita Saenz Díez, Los hijos más deseados, un ensayo sobre la adopción.
Actualmente trabaja en la agencia Fax Press, y colabora en TVE y la tertulia radiofónica de Carlos Herrera, en Onda Cero, entre otros medios. Sus artículos se leen en más de cuarenta periódicos.