España es el país europeo donde más horas se trabaja al año, más de 1770 horas.
Los alemanes necesitan 343 horas menos para hacer lo mismo. Y la OCDE nos recuerda como siempre: también somos los menos productivos.
Nos sobran horas en la oficina, aunque debemos poner en nuestro haber las virtudes de los españoles en el trabajo. Muchas de ellas son inmejorables, nuestra capacidad creativa, nuestro impulso inicial ante un nuevo proyecto, la generosidad, el compañerismo, la solidaridad, el ambiente en el trabajo. Pero también debe reconocerse nuestra afición a la calle, al encuentro, a salir a tomar algo después de trabajar e incluso antes de terminar. Ahí falla algo.
Los alemanes necesitan 343 horas menos para hacer lo mismo. Y la OCDE nos recuerda como siempre: también somos los menos productivos.
Nos sobran horas en la oficina, aunque debemos poner en nuestro haber las virtudes de los españoles en el trabajo. Muchas de ellas son inmejorables, nuestra capacidad creativa, nuestro impulso inicial ante un nuevo proyecto, la generosidad, el compañerismo, la solidaridad, el ambiente en el trabajo. Pero también debe reconocerse nuestra afición a la calle, al encuentro, a salir a tomar algo después de trabajar e incluso antes de terminar. Ahí falla algo.
Organismos como el Centro de Estudios Sociológicos denuncian que la costumbre española es estar "de trabajo" todo el día en jornadas improductivas de 9.00 a 20.00, en vez de 9.00 a 17.00 como en el resto de países europeos. Las principales consultoras especializadas en recursos humanos, como Creade, reconocen que la baja productividad está haciendo a las empresas replantearse la organización laboral. Y ahí se topan con que el primero que no quiere cambiar esa dinámica de seguir por la tarde es el propio jefe, acostumbrado a "echar horas" en el lugar que menos le molesta: prefiere estar en su silla antes que en... ¿lo adivinan?
Seguimos alargando nuestra jornada laboral demasiado por el hecho de “hacer horas” o quizá de “hacer que trabajamos”, aunque el trabajador masculino padre de familia o pareja de mujer trabajadora, es el primer causante de esta forma de actuar, como si en el fondo escondiera una causa inconfesable para seguir en el trabajo.
En Alemania están mal vistos los que, pasada la hora, se quedan en la oficina. Se les mira de aquella manera pensando que no han sabido gestionar su tiempo y necesitan más horas para hacer lo que ya han hecho todos. En España eso es al revés, sinónimo de interés por el trabajo. En Berlín, eres un incompetente que haces gasto en la empresa.
Los estudios sociológicos aseguran, por otra parte, que las mujeres trabajadoras españolas son las que mejor organizan su tiempo, las que más producen, las que siempre tienen sus deberes al día. Entonces, ¿por qué siguen cobrando menos, por qué tienen que demostrar más que los hombres, por qué acaban antes y se desesperan esperando a que sus jefes terminen y se vayan?
El secreto inconfesable que admiten miles de españoles a sus colegas de barra está cada día más al descubierto. Seguimos siendo un país machista, cuyos machos se morirían en casa a las cinco de la tarde. Desde el presidente de la compañía hasta el último de su empresa, odiarían estar repasando deberes con los niños, haciendo la compra o simplemente estando en casa. El trabajo en la oficina fue y sigue siendo la gran excusa para no volver hasta que la cena esté hecha y los niños a punto de acostarse. Prefieren alargar la jornada, alargan la agenda y eso perjudica la efectividad de la gestión diaria de su empresa. Es una excusa inconsciente, casi antropológica, instalada en el instinto animal de que un hombre en casa demasiado temprano es digámoslo así, un "hombre manso".
De hecho, uno de los principales tormentos de los que de pronto se encuentran con una jornada continua o tienen la mala fortuna de ir al paro es estar en casa a la caída de la tarde, cuando llegan los niños, mientras recuerdan los tiempos de la cañita que se estarían tomando a esa hora en el bar de la empresa.
Es difícil de entender que necesitemos hasta dos horas para comer, cuando en Europa se come frugalmente en cuarenta y cinco minutos, ¡con lo que cuestan la luz, la calefacción y el aire acondicionado hasta las ocho de la tarde! Sólo se entiende si atendemos a un criterio sociológico que demuestra que nos hace falta ser más prácticos, más europeos.
¿Dónde están los sindicatos (cuyos líderes son siempre hombres) pidiendo menos tiempo para comer y salir antes del trabajo?, y ¿dónde están los empresarios pidiendo a sus directivos que se olviden de la comida de empresa, considerada por los expertos la gran enemiga de la productividad y la conciliación?, ¿nos imaginamos todos en casa a las cinco, como los alemanes, comprometidos en la tarea de los niños... sin café de máquina a media tarde, sin cerveza al salir de trabajar, sin charleta con los colegas?
En España, algunas empresas como la Fundación ONCE cortan la electricidad desde 2008 por las tardes, para que nadie pueda quedarse más tiempo. El teletrabajo parece en Europa otra de las grandes opciones que más se están aplicando: muchas compañías permiten a sus empleados estar un día en su casa y trabajar desde allí para ahorrar costes o salir antes y terminar sus cometidos en una hora suelta desde el domicilio.
En España no superamos el 5% de teletrabajadores. Cuesta irse del trabajo. Y en nuestro país las únicas que acuden sin perder un minuto a casa son las mujeres, casadas o no. ¿Porque son más europeas? No, según estos estudios, porque administran mejor su tiempo.
¿Se imaginan una España gobernada por madres directivas en la proporción de hombres que hay ahora?, ¿todavía creen que estaría la luz de la oficina encendida a las ocho de la tarde? Ya sé que no tiene por qué ser una cuestión de sexo. Bueno, atendiendo a estos indicadores, un poco sí.
En España no superamos el 5% de teletrabajadores. Cuesta irse del trabajo. Y en nuestro país las únicas que acuden sin perder un minuto a casa son las mujeres, casadas o no. ¿Porque son más europeas? No, según estos estudios, porque administran mejor su tiempo.
¿Se imaginan una España gobernada por madres directivas en la proporción de hombres que hay ahora?, ¿todavía creen que estaría la luz de la oficina encendida a las ocho de la tarde? Ya sé que no tiene por qué ser una cuestión de sexo. Bueno, atendiendo a estos indicadores, un poco sí.
3 comentarios:
Bueno, soy tío y no sé si se me ha puesto la cara colorada. En todo caso, qué pasa que no podemos tomar ni una copita después de currar...asco de vida.
No es una cuestión de sexo pero... las mujeres estamos más a lo que estamos en el trabajo y los hombres... no me hagan hablar de ellos.
Hombres mansos -y mujeres mansas también-, trabajadores adictos, compañías esclavizantes, conciliación familiar, miedo a afrontar la realidad... un poco de hielo picado y dos golpes de coctelera para intentar mezclar bien... y sírvase bien frío, porque no habrá quien se lo beba.
Pues sí, como casi siempre aciertas con el diagnóstico en lo que planteas, aunque en este caso no estoy seguro de que el remedio sea copiar el modelo laboral alemán o el británico, por poner un ejemplo cercano. En cualquier caso, la reflexión nunca está demás. Lástima que no se la hagan los que deberían antes que nosotros, insignificantes trabajadores.
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