
He dudado mucho a la hora de escribir algo sobre el aborto. Porque hacerlo siempre supone tomar partido. Es tan difícil que incluso ofrecer argumentos para equilibrar la balanza ya supone una opinión neutral que molestará a quienes piensen de una forma o de otra. Pero éste es un blog libre y creado para expresarnos a pesar de que duela, al que escribe y al que comenta, si es que lo hacéis.
¿ Y si nos quitamos de encima el juicio previo que tenemos sobre la materia y nos acercamos a la esencia del problema? He intentado hacer este ejercicio y he descubierto que en cada uno de nosotros está la respuesta, como ocurre casi siempre, pero también que necesitamos un nuevo marco que nos regule. Para empezar, la gran mayoría de los abortos que se practican en España son la solución a un embarazo no deseado y no debido a circunstancias excepcionales: a que pongan en peligro la vida de la madre, a una violación o a una malformación grave del feto.
No tengo estadísticas actualizadas de lo que escribo pero afortunadamente hay un porcentaje pequeño de embarazos por violaciones, de partos en los que la madre está en peligro de muerte al parir y otro pequeño tanto de recién nacidos con malformaciones realmente graves. Es decir: los supuestos extremos para abortar son minoría, excepciones que confirman la regla.
A pesar de ello, existen. Y el Legislador, lo mismo que se ocupa de otros problemas sociales, debe contemplar qué hacer en esos casos, porque al menos la madre debe tener derecho a decidir si tener un hijo después de ser violada, o si está dispuesta a morir en el parto, por ejemplo. Yo nunca seré madre pero al menos, me gustaría poder tomar esa decisión extrema y no ir a la cárcel por lo que decida.
Pero quitándonos por unos minutos los "pre-juicios" de la cabeza, seamos sinceros todos y todas. Hay debates que no se sostienen más que por un interés partidario. Sabemos perfectamente que un embrión fecundado es lo que es: un futuro ser humano. Y sólo si estamos dispuestos a abortar nos forzamos a negarlo cuando basta con dejar pasar nueve meses para saber que en efecto así será. Lo mismo ocurre con cualquier semilla fecundada en la naturaleza.
Que no queramos o no nos sintamos capaces de tener a ese hijo es otra cosa, discutible y respetable. ¿Nos plantearíamos esa duda si lleváramos tiempo queriendo tener un hijo y por fin lo concebimos?. No. Estaríamos muy contentos por fin de habernos quedado "embarazadas"; estaríamos buscando nombre y una cuna a juego con el color de la pared y no dudando de si ese feto es o no como nosotros. Luego aceptemos con todas sus consecuencias que si abortamos estamos interrumpiendo la llegada de un futuro ser humano. Y esto tampoco es una opinión.
El problema es que no todos somos iguales, ni tenemos la misma condición de vida. "Yo soy yo y mi circunstancia", decía Ortega y Gasset y por eso el aborto debe regularse. Porque es un problema personal que cada uno debe solucionar con su conciencia y después ajustarse a la ley, pero eso tampoco tiene nada que ver con la religión, así es que, por favor, que nadie nos de lecciones de naturaleza ni compare una cría de lince con un "cachorro humano", como diría R. Kipling en el Libro de la Selva.
Un feto es lo que es, una nueva vida preparándose para nacer, pero no podemos evitar que la madre decida sobre él, porque al final, hará lo que quiera y si está desesperada, lo hará en las peores circunstancias y demasiado tarde, que es lo que pasa ahora.
Hay algo en la nueva ley que se prepara que me ha hecho pensar mucho: en caso de malformaciones en el feto sólo se podrá abortar si dichas malformaciones suponen la inviabilidad del feto. En este punto, reconozco que no me gustaría estar en el papel de la madre. Me preguntaría cosas como ¿hasta qué punto estará mal formado, podría ser feliz a pesar de todo, tengo derecho a darle una vida tan desgraciada?, ¿y a quitársela antes de que nazca?, pero me lo preguntaría yo, otros quizá no. Por eso debe haber una ley que lo regule. Para esos casos minoritarios la futura ley preve la posibilidad de interrumpir el embarazo hasta la semana 22.
Ahora llega la hora de la verdad: abortar porque nos da pereza cambiar de vida, porque supone muchas responsabilidades, porque nos viene mal, porque acabamos de encontrar un trabajo, porque nos echaran de él si seguimos adelante, porque queremos seguir viviendo cómodos, o no nos vemos con fuerzas o recursos suficientes para tener un futuro hijo cuyo embrión se ha fecundado... Para todos esos casos mayoritarios la futura ley propone el aborto libre hasta la semana 14. Habrá un límite de plazo para eliminar ese embrión y no permitir que crezca y sea cada vez más humano.
Puede que no sea, en efecto, la mejor solución, pero sin duda pondrá coto a todos esos supuestos psicológicos que en muchos casos son excusas para no afrontar un embarazo no deseado (seamos sinceros, que ahora nadie nos ve): somos hijos de una sociedad moderna, que nos ha educado en un patrón basado en el éxito personal, en la cultura de la satisfacción inmediata, (lo quiero y lo quiero ya), todo eso no cuadra mucho con aceptar de golpe un embarazo inesperado que supone entrega, sacrificio, generosidad y un freno a nuestra proyección personal.
Por eso la educación sexual es básica y por ahí pueden reducirse muchísimo los embarazos no deseados. Tener relaciones sexuales no es un juego de niños es un juego de adultos con consecuencias serias cuya solución no debería ser el aborto o la píldora del día después, tan dañina si se abusa de ella. Hay medios para evitarlo y ahí las mujeres deben ser las primeras en salvaguardarse, porque el embarazo lo sufren ellas, no nosotros. Hay muchas maneras de evitar un embarazo...y un aborto.
Ya veis, qué más da la opinión sobre el aborto. A veces, confundimos nuestra opinión con la necesidad real de regular un problema. La sociedad no tiene conciencia, la tenemos los individuos. Y si los individuos decidimos tener hijos, no estaría de más hablarles de este asunto poco a poco para que sepan lo importante que es traer al mundo a un cachorro humano.